6 mar 2011

EL ORIGEN DE LOS NOMBRES Y LOS APELLIDOS.

Todas las personas tienen, al menos, dos nombres. El primero es el propio, el personal, el que identifica y diferencia de entre los demás miembros del mismo clan. Y el segundo es el “nombre heredado” de los ancestros por vía paterna o cabeza de familia, que es el que defiende, responde o es responsable de la unidad familiar o clan.

Cuando un varón y una mujer deciden emanciparse conjuntamente, buscan un lugar con una orografía que propicie la mejor supervivencia y el mejor clima al alcance de sus posibilidades. A este lugar le dan un nombre, siempre relacionado con el bienestar que éste les proporciona.

A cada nuevo hijo que irá llegando le nombrarán acorde con la “buena esperanza” que la situación merece, es decir, siempre con un nombre esperanzador, relacionado con la venida del nuevo día, el amanecer, el cielo puro o el sol radiante, clima anhelado tras las duras y largas noches.

Por el color del pelo o de la piel podemos identificar la raza, la familia o la zona de donde proceden todos los seres conocidos. Cuando un pelaje, raza o lugar es identificado con un nombre expreso, el clan que lo lleva a orgullo, es portador y propietario (heredero) de tales circunstancias originarias, es el Apellido, nombre común a todos los miembros del clan familiar.

Ya vimos que el sonido “E” expresa permanencia y pertenencia. El sonido “ES” significa “de los que”. Este plural de pertenencia y también en su forma “EZ”, ha quedado manifiesto en muchos apellidos, españoles y portugueses , sonidos identificados con “familia de”. Existen también muchos apellidos (nombres de familia) que contienen la palabra “ER” que significa “parecido o parecer”, circunstancia lógica tratándose de nombre de familia.

Por lo tanto, el origen de los apellidos, es de tiempo remoto, cuando, por necesidad vital, diferentes parejas se segregan del clan para establecerse en nuevos lugares a los que dan un nombre, que en la mayoría de los casos sería también el adoptado como segundo nombre o seudónimo familiar.

Dado que la mujer también es heredera del apellido de su familia (por el que son conocidos) y que también aporta a su descendencia su parecido, su nombre familiar o apellido será el tercer nombre de sus hijos, quedando éstos perfectamente identificados, en los casos en que existan hermanos de diferentes congéneres.

La necesidad de dar nombre al espacio que se habita o que se domina, al mismo tiempo que cada persona y familia dispone de su nombre, facilita la organización social y el hecho de la multiplicación de las personas y los bienes; se genera el ESTADO, identificador de orden superior para dirigir los deberes del conjunto de colectivos en beneficio de todos. Por supuesto, el territorio perteneciente a un Estado también tiene un nombre que identifica al conjunto de sus habitantes.

ES-PA-ÑA (no Hispania) es el nombre que caracterizó a los habitantes de la península, que significó “De los que van Hacia el Agua” en clara alusión a la primera civilización, rodeada de agua y ansiosa por conocer la ruta del que consideraban su creador, el Sol, previo desarrollo de la navegación.

Heraldo (ER-AL-DO) significa “Parecer Arriba Donde”, como todos los jefes y reyes, que vivían fuera, en lugares altos y privilegiados, enviando mensajeros con sus órdenes para ser acatadas por los súbditos, en principio, parientes con antepasados comunes. De aquí que lugares y gentes hayan llevado el mismo nombre.

La defensa de los territorios familiares y su identificación con el nombre (apellido) de sus gentes, lleva a la creación de símbolos, banderas, escudos protectores y armas, de tal manera que hoy, muchos apellidos, vayan asociados a un territorio y a una simbología de formas y colores, estudiadas desde la Edad Media, época en la que tiene su apogeo, por cuanto de lanzadera tiene para los señores y grandes herederos, en la configuración del Estado Moderno, tal y como ha llegado a nuestros días.

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